viernes, 16 de abril de 2010

Cuando sopla Gallego

A veces sopla el gallego y nos trae la poesía. El poeta Vicente Gallego es un viento de otra parte, un huracán, a veces, que no necesita presentación. A Gallego no le había dedicado aún ninguna entrada -repasando me doy cuenta de que sí, sí le había dedicado una. Es el Alzheimer que no se olvida de mí-. Me he acordado -tampoco sé por qué- de repente de ese poema suyo titulado "Échale a él la culpa". Se trata de un poema pleno de experiencia y bien calculado para caber en las probetas de esa poesía que marca a las últimas generaciones de poetas. No obstante, es bueno...o, al menos, a mí me gusta bastante.

Es más, me gusta bastante la poesía de Gallego porque sopla fresca y sabe a algo. No puedo decir lo mismo de otros muchos que lo acompañan en su generación; no puedo decir lo mismo de sus prosas -aunque no sean muchas-. Pero sí lo puedo decir de su poesía. Gallego es un buen poeta, un estupendo poeta con la capacidad -inusual- de hacer poesía casi con cualquier cosa, con un girón de recuerdos o con una retahíla de sensaciones.

Éste es caso. Aquí dejo un poema suyo para disfrute del respetable... Que nadie quiera ver en ello otra cosa que poesía y gusto de lector. No vaya a ser que se malinterprete el gesto... y la tengamos.


Septiembre, 22

Me dices que es absurdo el universo,
que la vida carece de sentido.
Pero no es un sentido lo que busco,
cualquier explicación o una promesa,
sino el estar aquí y a la deriva:
una simple botella que en la playa
aguarda la marea.
Sí, la palabra justa es abandono:
una dulce renuncia que me nombra
señor y dueño al fin de mi camino.
Queden hoy para otros
los afanes del mundo, y que mi mundo sea
la magia de esta casa
tomada en su quietud por la penumbra,
saber que nadie llegará
a interrumpir mi tarde,
que no habrá sobresaltos,
ni voces, ni horas fijas,
porque ahora es tan sólo transcurrir
mi gran tarea.