viernes, 5 de agosto de 2011

Independent Publishing o lo que vale un escritor

Desde hace unos días ando suscrito a una publicación cibernáutica llamada "La fábrica cultural". Se trata de una interesante manera de estar informado sobre lo que se cuece alrededor de la gestión cultural -entre otras cosas- a lo largo y ancho de esta piel de toro... e, incluso, más allá. Al hilo, suelen enviar un boletín con información sobre trabajo en este sector de éxito, el de la cultura, quiero decir... y decirlo con la mayor de las sornas. En el último me llamó la atención un anuncio poco frecuente. Decía así: "Estudiantes de varias filologías para websites internacionales". Primero pensé que algo en el mundo debía de haberse roto para que un empresario se preocupara por los estudiantes de filología para ofrecerles trabajo. Algún loco anda suelto, fue el primer fogonazo que encendió mi cabeza y con ello mi curiosidad malsana. Entré en la oferta y me rebotaron a una página -muy bien editada, por cierto- en la que te van dorando la píldora y enseñándote la liga. Que si eres un escritor en ciernes, que si te gustaría trabajar en la edición de textos, que si tienes tiempo de sobra, que si dominas al menos un idioma perfectamente, que si quieres ser tu propio jefe, etcétera, etcétera.

Sonaba un poco a esos anuncios de "trabaje desde su casa y gane un sueldazo", ¡so tonto! La empresa-página se llama Independent Publishing y, al parecer, funciona en varios países. Lo que ofrecen es que, si te eligen, a cambio de escribir páginas y textos para empresas que los soliciten, te pasarán una nómina por tu creatividad y tu esfuerzo. Ahí es donde uno piensa: por fin, alguien que valora la capacidad de redacción, la creación literaria, el estilo, la forma, el fondo, el lenguaje, el poder de la palabra, el negro sobre blanco, la inmortalidad impresa, el trazo con sentido... Incluso, llegan a preguntarte, entre otras cosas y retóricamente, si "buscas una fuente de ingresos seria y de confianza", lo cual no deja de tener su gracia si tenemos en cuenta que pagan 2,90 euros por escribir cuatrocientas palabras. Es decir, más o menos lo que viene siendo mayormente -como diría el Fiti- una columna de periódico (hasta estos, que no son precisamente devotos de San Dadivoso, pagan bastante mejor).

Nota bene: Esta entrada está elaborada precisamente con cuatrocientas palabras. ¡Qué pena! Acabo de perderme un sueldazo de 2,90 euros.

miércoles, 27 de julio de 2011

Los ojos de la emoción

A veces la poesía se encierra en unos ojos callados y en el corazón que dicta la música con su latido sincero. Hay gente que quisiera ser rica para poder mostrar su fondo desfondado, un servidor se conformaría con ser exactamente rico como para poder asistir a algo de este calibre en el Metropolitan. Todo lo que no permanece se escapa al poder inmenso de la emoción vivida en el momento exacto, en el lugar preciso, en la compañía justa. Si hay alguien en el mundo capaz de no emocionarse ante la contemplación de algo así es que el ser humano ha tocado fondo finalmente. Ya sólo queda el espanto de agotar la vida por su superficie, sin adentrarse en honduras -y mucho menos en tegucigalpas-. Quede la música y el espectáculo concebido al servicio de la emoción.

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