jueves, 17 de diciembre de 2009

El amigo -poeta- imaginario. Mesa Toré

De repente uno abre un libro que ha esperado con impaciencia desde que le pidió a Miguel, su librero de confianza -todo el mundo debería tener un librero de confianza, como se tiene un médico de cabecera o un abogado de prestigio-, que se lo buscara. Se trata de La flor de Californía, de Jose María Hinojosa -a quien tengo que dedicar, en cuanto tenga un rato, una entrada en el blog-.

Me dispongo a bucear en un texto considerado el primer testimonio de surrealismo literario español. Estoy impaciente, pero ¡vaya!, hay una introducción. Habrá que leerla, pienso, porque a veces este tipo de textos tienen hasta un punto o punto y medio de interés. Me lanzo al agua con los pulmones repletos de oxígeno, para poder aguntar de un tirón y sin respirar. No he llegado al final de la primera página, breve, sencilla, impresa en el tamaño en el que suelen ahormarse las obras breves para que pasen por largas, y ya estoy exhalado, angustiado, sin aire. Muerto.

No aguanto la curiosidad y me lanzo a ver quién ha escrito aquellas palabras. Se llama José Antonio Mesa Toré. No lo conozco... o sí. Me suena de algo. Este tío, pienso, escribe como los ángeles. Hacía mucho tiempo que no me estampanaba contra una pared de palabras tan bien construida. A medida que avanzo me voy empapando de Toré, me sacia esa manera de tejer, de unir, de ir cosiendo unas frases a otras, unas ideas al volante de las siguientes.

Me interesa e indago. Es un tipo joven o, al menos, supongo que eso pensará él. Filólogo, ergo raro, como un servidor, que escribe cosas así

Ti voglio bene

Me envías una escueta postal de tu viaje
con unas cuantas faltas leves de ortografía
- aunque eso no importa, ya sabes mi manía
de perseguir tus líricas traiciones al lenguaje-.
Hablas de la ciudad, del mediocre hospedaje
en pleno centro de Florencia y todavía
hacia el final te tiembla la azul caligrafía
cuando dices que sientes mi sombra entre el paisaje.
¿Quién puede comprenderte, mi lejana turista?
Hoy me mandas suspiros, promesas, algún beso,
y ayer mismo huías con un hasta la vista.
No temas: estaré aguardando el regreso
en el sitio fijado y a la hora prevista,
para ver como un tonto las fotos del suceso.

(De El amigo imaginario)

Doy el día, ya, por bien empleado. He aprendido algo nuevo... y mucho.

martes, 24 de noviembre de 2009

Yo, Claudio... Rodríguez

Como en la novela de Robert Graves, he aquí un ser destinado a la nada que supo batir su palabra y su verso contra todo y contra todos. La historia de Claudio, el emperador romano al que todos querían dejar a un lado, pero al que la historia, esa gran trágica de la comedia humana, quiso poner al frente, en el puesto del abanderado, donde dicen que se sitúan siempre los más altos, los más fornidos, los más visibles... es la historia reconvertida de Claudio Rodríguez. El poeta emperador.

Como a otros grandes genios de la literatura, a Claudio Rodríguez le bastaron cinco obras para entrar en el Parnaso moderno. Con mimbres parecidas lo lograron, casi de manera coetánea, Borges y Rulfo, ¡qué curioso! Sería el agua...

Pero a Claudio le hubiera bastado su primer libro "Don de la ebriedad" para llegar al mismo sitio porque "siempre la claridad viene del cielo", y esa claridad es rotunda, nítida y brutal. Lo es en muchos de sus poemas, en la mayor parte de sus versos. Y bien sabía Claudion que, a poco que se lo propusiera, "llegaría hasta el cielo si no fuera / porque aún su sazón es la del árbol." La del árbol que echa raíces en el lector diez años después de su voz apagada, para recordarnos que una vez, hace una década, se murió un poeta y nos legó su imperio.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Alfonsina y Horacio

Voy a aplicar ese viejo axioma periodístico que dice: no dejes que la verdad te estropee una buena noticia.

La muerte de Alfonsina Storni, la poeta de América, puesta en verso por Ariel Ramírez y Félix Luna en su Alfonsina y el mar, y en boca de Mercedes Sosa, que la cantó como nadie jamás, es uno de esos mitos que merecería la pena que no lo fueran.

El 25 de octubre de 1938, frente al Mar de Plata, Alfonsina Storni, cansada de creer en la resurrección de Horacio, uno de los más grandes cuentistas de todos los tiempos, su amor inconfeso, se adentra poco a poco en las aguas saladas. Su cuerpo, vestido de mar, se sumerge y con él la vida. Pocos años antes, Quiroga, el extraño Quiroga, el mismo hombre al que habían abandonado todas las mujeres de su vida y que, asustado ante la perspectiva de una muerte atroz a manos de un cáncer, había decidido quitarse la vida como si fuera un poeta -bebiendo cianuro en presencia de un ser monstruoso al que había liberado de su encierro- la había conocido en Montevideo.

La leyenda también cuenta que una noche, entre copas de vino y juegos, al abrazo de la noche y en presencia de unos amigos, Quiroga y Storni, Horacio y Alfonsina, juegan a besar un reloj de bolsillo por ambas caras. Cuando Alfonsina está a punto de posar sus labios sobre la esfera, Horacio arrastra la leontina y sus bocas se encuentran. Es un juego, pero quema... y para siempre.

La leyenda de la muerte Alfonsina Storni es tan bella que no merece la pena saber si es cierta o no. Para ella, allá donde esté, este poema de su amigo Amado Nervo; que resume casi todo...

Autobiografía

¿Versos autobiográficos ? Ahí están mis canciones,
allí están mis poemas: yo, como las naciones
venturosas, y a ejemplo de la mujer honrada,
no tengo historia: nunca me ha sucedido nada,
¡oh, noble amiga ignota!, qué pudiera contarte.

Allá en mis años mozos adiviné del Arte
la armonía y el ritmo, caros al musageta,
y, pudiendo ser rico, preferí ser poeta.
-¿Y después?
-He sufrido, como todos, y he amado.
¿Mucho?
-Lo suficiente para ser perdonado...

viernes, 30 de octubre de 2009

Trabajo en lentos poemas de hierro

Esto decía Carlos Barral jugando, quizá, con las palabras; enredando, tal vez, con los sentidos... con los sentidos de las palabras. A Carlos Barral todo el mundo lo conoce por haber sido uno de los grandes editores españoles del siglo XX. Sin embargo, su amistad con los grandes: Gallimard, Einaudi y, luego, Modandori; su contracorriente escenificada en aquella cita en Formentor -"club" incluido-, en la que los intelectuales -más o menos de verdad- de la vieja Europa se daban cita para cabreo de la dictadura; su olfato para la novela fetén; su gusto literario y su excelente pluma nos hablan de un Barral que fue mucho más.

Hace unos días comentaba con un amigo su "Con el viento a favor", uno de sus pocos textos escritos en catalán -ya traducido-. A Barral el catalán le sonaba a jerga de pescadores -y no era al único-. "Con el viento a favor" es una delicia que describe Cataluña desde el mar con ese aire aristocrático que revestía a los chicos de lo que Joan de Segarra bautizara como la gauche divine, una suerte de izquierda bienviviente y moralizadora de las clases obreras, asentada en la comodidad del trono que otorga ser un hijo de papá. Eran unos cuantos que luego han seguido siendo progres de profesión y de posición -también de postura-.

Pero a Barral, que es quien interesa, se le perodna. A Barral le gustaba buscar escondrijo en su "botiga" calafeleña y navegar en su menorquina, barba y pipa al viento. Un servidor le envidiaba, hasta hace poco, por ello. Pero estos días he podido entender mucho mejor cómo agita la sangre la tierra vista desde el mar. He navegado; he costeado el Mediterráneo, aunque lejos del de Barral.

De Barral, no obstante, me gustan bastantes poemas. Éste, por ejemplo, me gusta mucho más:

A veces

A veces cuando era
temprano todavía para verte
o cuando la ventana
se abría a la distancia y al sonido
de tanto hierro puesto y tanta arena
que cruje a tierra extraña en los caminos
remoto a la esperanza
me volvía a aquel sitio en que dejamos
las soledades juntas y las voces.

Te hallaba limitada
de corazón disperso y de alegría
por todos los costados y flotando
en la noche segura y abundante
que nunca se consuma.

Sin embargo a lo lejos
tan pronto me acogías con los nombres
de las cosas comunes, en sigilo
sentía que tu isla no estaba ya a mi alcance.

Entonces por entero
reincorporado al límite del cuerpo
volvía a la certeza de la espera.

jueves, 22 de octubre de 2009

La música... de Loquillo

Dice la sabiduría popular que la música amansa a las fieras. No estoy de acuerdo. O sí, pero no sólo. La música puede que amanse a las fieras, pero sobre todo las instruye, las mejora, las doma, puede que las aquiete, las humaniza... porque, a fin de cuentas, todos somos fieras aquietadas, en ocasiones, por el escrúpulo, la vergüenza, la educación o el sentido común. Pero, una vez humanizadas, luego, la música nos eleva, nos llena, nos inspira, nos mueve, nos conmueve, nos hace mejores, nos colma, nos sublima y, a veces, incluso, nos eleva a los cielos. Seguimos siendo fieras, de eso no cabe duda, pero humanizadas fieramente, por suerte, gracias a la música.

Cuando tengo un mal momento -pocas veces- pocas cosas me hacen tanto bien como una buena música, una alegre melodía o una gran canción, como ésta, poco conocida, pero enorme.

Gracias, Loco -y Hallyday, claro-.

martes, 13 de octubre de 2009

Orfandad

(Publicado en mi columna de ABC CyL el 12 de cotubre de 2009. Me ha pedido un amigo que lo suba al blog.)

La dimensión humana de la muerte es algo que, como a tantos -como a todos-, siempre me ha atraído. La orfandad de respuestas que provoca el apagón vital me interesa. Al fin y al cabo, nadie ha sido capaz de ofrecer otra cosa que esperanza, fábula, fe o una iguala de justicia que haga justiprecio con la que sufrimos mientras caminamos por este valle de lágrimas -los textos sagrados no son precisamente la alegría de la huerta-. Pero la dimensión de la muerte lleva aparejada necesariamente otra dimensión mucho más cercana y ¿explicable?: la de la vida.
La lucha de fuerzas entre una y otra es cotidiana, constante, como de andar por casa. Sobre esto nada que decir. Lo que suscita toda esta reflexión es una conversación reciente con Javier García, que acaba de perder a su padre. J. G. es vecino ya de los cuarenta, lo que puede entenderse como un joven con vocación de dejar de serlo en unos cuantos años. La edad, en este caso, es importante porque determina el objeto de estos párrafos. J. G. se ha quedado sin padre a una edad más o menos frecuente. Pero, cuando el otro día le preguntaba cómo se sentía, pasadas unas semanas del duro trance, su respuesta me fulminó: huérfano.
Tantas cosas en tan poco me helaron la palabra. J. G. tiene razón. Nadie habla de orfandad cuando uno ha cumplido determinada edad tácitamente aceptada como la de la orfandad imposible y, sin embargo, ¿quién nos prohíbe sentirnos huérfanos a los veinte, a los treinta, a los cuarenta, a los cien? ¿Es acaso la orfandad un estado legal solamente; o uno tiene derecho a sentirse huérfano cuando le dé la gana?
La pérdida de un progenitor es un duro golpe en cualquier circunstancia. El sentimiento de orfandad, en cambio, es una elección libre; probablemente ligada a la relación entre dos seres mientras la vida fue. Te honra el sentimiento, Javi.

lunes, 5 de octubre de 2009

Roger Hodgson

La música te transporta en ocasiones a lugares del sentimiento que son difíciles de atrapar en la palabra. Eso -o algo similar- es lo que le sucedió ayer a la gente que asistía al recital que Roger Hogdson, el mítico vocalista de Supertramp, en perfecta comunión con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León -a la que hay que echar de comer aparte- dio ayer en el auditorio Miguel Delibes de Valladolid. Decir que fue impresionante sería hacer de menos a una sensación última que parecía asegurarte que cosas así vas a vivirlas pocas veces en la vida. Había algo de nuevo en todas aquellas viejas canciones que han viajado de la cassette al cd sin perder ni un ápice de calidad y permanencia. Contemplar cómo la música de Supertramp, casi toda, parece compuesta para una orquesta sinfónica, no es decir demasiado ni descubrir ninguna América. Aunque lo de ayer rozara el paroxismo.

Bien es cierto que el público que asistió al concierto era un público con la bandera blanca enarbolado desde el mismo momento en que el viejo Hogdson, con su fina melena rubia, su camisa blanca y su aire de indio navajo, salió a escena. En ese momento todo los allí presentes le mostramos nuestra carta de rendición ante lo que suponíamos que iba a llegar... y llegó.

Todo empezó con "Take the long way home". Al terminar, los primeros fanáticos saltaron de su asiento para ovacionar al tío de la guitarra, al señor del piano, al chaval de los teclados, al músico de la voz infinita y atiplada. Luego "Give a little bit" y ahí empezó el frenesí. Supo meterse a todo el mundo en el bolsillo. Invitó al auditorio a silbar una breve canción a coro y desgranó algunas de las mejores canciones de la historia de la música actual; que, además, son suyas: "The logical song", "Even in the quietest moment". "Dreamer", etc. Hasta que llegó una de las que todos esperábamos. Cuando los primeros acordes, lentos, lejanos, leves de la "Fool's overture" empezaron a sonar, la gente ya tenía las manos destrozadas de aplaudir. El final de la obertura fue de película, con Hogdson recibiendo la batuta de manos del maestro Alejandro Posada -un auténtico crack dirigiendo- para dar el "se finito" a la orquesta. Grandioso.

De ahí a los bises y a una última composición que se había echado en falta y que, hábilmente, el exsupertramper había dejado para los postres. Con un "It's raining again" coreado, cantado, aplaudido y bailado por todos los asistentes -hasta las azafatas perdieron su hierática composutra, contagiadas por el ambiente brutal- se cerró una noche en la que una orquesta magnífica dio luz a la música clásica de un enorme compositor moderno: Roger Hodgson.

Ver esto

En inglés

viernes, 18 de septiembre de 2009

Catulo

Soles occidere et redire possunt;
nobis cum semel brevis lux occisus est
nox est perpetua et una dormienda.

Los soles mueren pero pueden volver a nacer;
Pero cuando nuestra lánguida luz se apaga
la noche se hace perpetua y todo es sueño.

Muy en la tradición del famoso "carpe diem" de Horacio y del "collige, virgo, rosas" de Ausonio estos versos de Catulo. Pocos poetas en la historia de la Literatura Universal han sido capaces de cantar con igual vehemencia al amor más furibundo y al odio más apasionado. Amar en versos y odiar en versos, y todo en apenas unas estrofas. Pero hacer lo uno con igual pasión que lo otro sólo está al alcance de quien amó hasta los tuétanos (quien lo probó, lo sabe). Odi et amo. Quare id faciam? fortasse requiris / Nescio, sed fieri sentio et excrucior (Odio y amo. ¿Cómo puedo hacer esto?, quizá te preguntes. No lo sé, pero siento que así es y me torturo).

Catulo cometió el error de enamorarse de la mujer más bella, de Clodia -Lesbia en sus poemas-. Clodia coleccionaba amantes con la misma facilidad con que Catulo escribía poemas. Clodia correspondió un tiempo con amores el amor del poeta. Quizá, como un mero divertimento. Hasta que, harta de su aedo particular, le fue infiel -tal vez, incluso, con su propio marido. ¡Qué horror!-. Ante lo cual Catulo exclamó: Una salus haec est, hoc est tibi pervincendum. / hoc facias sive id non pote, sive pote! (Una única solución para uno: el deber de sobreponerse. Si puedes, hazlo, y si no, hazlo igualmente). Sí o sí, vamos.

Pero no parece que lo llevara a la práctica. Catulo llenó su pecho de despecho y obligó a su corazón a alojar en el mismo habitáculo donde hasta entonces había acampado una legión de amor a una cohorte de odio. ¡Pobre Catulo! No sabía que el amor dura una sonrisa; el dolor una risotada larga, lenta, lóbrega. Aún así, tampoco tiene excusa porque él sabía -y tú, lector, si andas enamorándote de alguna mujer, tenlo en cuenta- que mulier cupido quod dicit amanti, / in vento et rapida scribere oportet aqua (lo que una mujer enamorada le dice a su amante, conviene escribirlo en el viento y sobre el agua que corre).

Tal vez, en algún momento, hasta los oídos de Clodia llegarían estos versos recitados con despecho y dolor. ¡Ay el amor!, ¡cuánto duele!

jueves, 10 de septiembre de 2009

La tapa del delco


Se atribuye a Woody Allen una frase de Charles Kettering, el inventor, entre otros cientos de cosas, del Delco. El delco era un aparatito que, en los coches de hace unos años, cumplía funciones de distribución de energía -creo-. Si el delco se mojaba, la habías liado parda porque, entonces, tenías que levantar la tapa, la mítica tapa del delco, secarla y esperar a que el coche quisiera volver a andar. Mi tío logró llegar de Madrid al pueblo sustituyendo la dichosa tapa por un brik de leche cortado a la misma medida y agujereado conevientemente. Pero, volviendo a la frase, decía Kettering que a él le interesaba mucho el futuro porque era el lugar en el que tenía pensado pasar el resto de su vida. La frase, ingeniosa, me ha recordado aquella película de Harold Ramis -nunca valorada en su justa medida- en la que Bill Murray se levantaba una y otra vez en el mismo día, el Día de la Marmota, en Punxstawney.

La película, aparentemente una comedia romántica en la que suceden y se suceden situaciones divertidas, paradójicas, cómicas, es un pequeño tratado críptico de filosofía pura. Supongo que debe de ser horrible, angustiosa y claustrofóbica esa sensación de estar atrapado en el tiempo, pero con memoria de todo lo que ha sucedido, ese mismo día, todos los días anteriores.

Sin embargo, ¿cuántas veces habremos dicho en nuestra vida eso de "me gustaría que este momento no pasara nunca; que el tiempo se quedara clavado en este instante? Si eso sucediera, se me ocurren dos cosas. Si mantuviéramos memoria posterior del hecho, ese hecho ya nunca sería la primera vez que sucede y, por tanto, perdería ese carácter de originalidad, de primera vez que, a buen seguro, le otorga buena parte del atractivo. Pero si no mantuviéramos memoria del hecho, ¿quién nos dice que ese hecho no esté sucediendo una y otra vez? Al fin y al cabo, tampoco seríamos capaces de recordarlo. Es decir, que puede ser que todo lo que nos ocurre se esté repitiendo una y otra vez en el tiempo sin que seamos conscientes de tal reiteración.

Como en todo lo que tiene que ver con la dimensión incomprensible, dejo aquí esta reflexión para que ustedes, mis queridos amigos, me ilustren. Y, si piensan que he empezado a desvariar y que necesito ayuda, no se preocupen: lo sé. Es que a mí, de vez en cuando, también se me moja la tapa del delco.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Ruiz Quintano


He aquí una "rara avis". Ignacio Ruiz Quintano es periodista y, sin embargo, sabe escribir. Y, cuando digo escribir, digo ser escritor, digo armar textos, digo enjaretar frases y razones con un estilo propio, único, sincopado, relampagueante -¿existe esta palabreja? Tendré que mirármelo-, brutal; digo lo que digo. Para leer a Ruiz Quintano hay que ser un buen defensa -el mejor-, porque Ruiz Quintano es un driblador -ésta tampoco sé si está admitida- nato. Cada nueva oración es un regate a derecha o izquierda, cuando no un caño entre las piernas. Tiene, sin embargo, la habilidad suprema de no perderse en ellos, de no abandonar, nunca, el obejtivo final: meterle un gol al lector por toda la escuadra, desarbolarle la portería, dejarlo en cueros. Leer a Ruiz Quintano es, para quienes también perpetramos columnas en algún periódico -en mi caso, para mayor desgracia, en el mismo periódico-, darse cuenta de que uno siente envidia. Sana, podría decir, pero creo que eso de la envidia sana no es más que otro invento de esa nueva filosofía barata llamada "lo políticamente correcto". Después de leer una columna de Ruiz Quintano uno podría ser capaz de escribir un tratado completo de envidia literaria.

Maneja datos, fechas, personajes y citas -de las que no aparecen en esos diccionarios que usamos quienes escribimos; sólo por parecer más leídos- con una soltura tan precisa como alegre. Los mete en su coctelera, los agita y se saca de la manga una columna o un artículo para disfrute del respetable. Nada parecido desde Camba, desde Capmany, desde CapUmbral.

Si un genio quisiera concederme el deseo, le pediría saber escribir como Ruiz Quintano, y decir cosas tan coherentes como ésta a propósito, por ejemplo, de la censura: "¿Censura o autocensura? Yo preferiría la censura, porque con censura siempre se ha escrito mejor, y ahí están los escritores de la Segunda República; pero la democracia actual prefiere la autocensura, y la ejerce de cojones." Pues, ¡ole los suyos, maestro!, y que siga enseñándonos a escribir.

viernes, 28 de agosto de 2009

Letra. Somos palabra escrita. Y no todos.

Como no todo es letra en esta vida -o sí- me apetece hablar de música. Pero antes rescataré una reflexión libada ayer en el Diario Final de Miguel de Unamuno, publicado hace pocas semanas y que, como casi todo lo engendrado por este vasco universal, sorprende, ilustra, ameniza, enseña e, incluso, llena de orgullo a cualquier españolito de a pie.

Decía Unamuno a propósito del pasado y de los personajes de la Historia que ninguno de ellos existiría sino existiera la palabra escrita. Después de unas pocas generaciones nadie es si no "está" escrito. Es un abismo que asusta a muchos vivos, sobre todo a aquellos con pretensiones de inmortalidad. Cervantes es Cervantes porque acertó a escribirse e inscribirse en la portada y en el cuerpo de todo aquello -casi todo aquello- que dio a las prensas. Otros son lo que son porque alguien los ha escrito, los ha convertido en palabra escrita. Asusta. Abruma.

Deespués de la muerte nada importa que uno fuera bueno o malo, grande o pequeño, cojo o manco. Después de ella, sólo somos un nombre pegado a una historia, real o ficticia, noble o villana. Es decir, somos sólo un recuerdo, una palabra, con suerte, escrita.

He empezado diciendo que quería hablar de música y he acabado delirando sobre la muerte, la fama, la historia y, sobre todo, la palabra escrita, la letra. Ayer me topé con una canción que siempre me ha gustado mucho y, en esta versión, que desconocía, aún más. Me quedo, además, con la letra. Nada tiene que ver con lo dicho -o sí-, quién sabe, pero...

miércoles, 19 de agosto de 2009

He vuelto


Que veinte años no es nada, decía Gardel, cuanto menos veinte días, y aun ni eso. Pero es lo que hay, esto o escribir un bestseller y hacerme rico a base de confitar palabras. El propósito lo tengo, la idea también. Ahora ya sólo me faltan el tiempo y, sobre todo, la constancia. Leía hace unos días un ensayito de Marzal en el que el poeta aseguraba que una de sus mayores virtudes era, precisamente, la constancia. Estoy con él. Mucho más que el genio. Es cierto que tiene que haber un poso y un potencial innato, pero el entrenamiento diario y constante es vital.

Es fácil imaginarse escribiendo algo interesante, por ejemplo, a orillas de un lago, con la calma alborotando a tu alrededor, en buena compañía o solo, que a veces es la más agradable de las compañías... Es cuestión de imaginación: dibujen de pronto un pequeño muelle de madera a los pies de un recoleto hotel campestre, de esos que ahora llaman "con encanto"; amarrada a su vera una pequeña barca, invitándote a subir. Te lanzas a la aventura de remar o al empeño de pedalear en la inmensidad contenida de aquel lago frío y azul. Sin que nadie lo advierta aún, hay algo prohibido en el escenario; algo que no debes contarle al lector porque ese el secreto que lo mantendrá pendiente. Lo prohibido atrae. Tratas de incitarlo con esta argucia simple y usada; más vieja que el mundo; más vieja que Homero. Al final, quizá, puede que, es posible que desveles algo, o todo, o nada. ¿Quién sabe? Es sólo una idea surgida de estas horas en las que nadie está al otro lado del teléfono, nadie envía correos, nadie ocupa su lugar ni su rutina. Es como si todo el mundo estuviera de vacaciones y como si fuera agosto.

Por cierto, no sé por qué razón el lago me ha hecho pensar en Vietnam. A lo mejor habrá que hacer un viaje cuando las circunstancias lo permitan. ¿Alguien conoce Vietnam?

jueves, 30 de julio de 2009

Décalogo para 15 días


1 Ponerle los cuernos al despertador con la almohada.
2 Leer esos dos o tres "aparcados" que ya tenía previsto.
3 Disfrutar del agua, sin prisas, hasta que la piel se arrugue.
4 Conquistar mi calle de mar y nadármela enterita.
5 No acordarme de que el mundo está en crisis y yo con él.
6 Sentarme a pensar la suerte que tengo por tener sólo 15 días de vacaciones.
7 No pensar en que sólo son 15 días.
8 Renovar propósitos, como si fuera Navidad.
9 Olvidarme del telediario y de esos tíos que te amargan la comida a diario.
10 Volver, como cantaba Gardel; siempre volver.

lunes, 27 de julio de 2009

Los fundamentales

Me queda tanto por leer que a veces pienso que voy a tener que dejar algunos libros para mi próxima vida. No me gustaría, eso sí, agotar ésta sin haber trasegado los fundamentales. Los fundamentales son alrededor de doscientos, puede que alguno más. La mayoría ya han sido pasto, aunque una buena parte merecería refresco. Me admira esa gente que tiene la capacidad de leer un libro y empaparlo, como si en lugar de leerlo se lo estudiaran. Da la impresión de que lo hicieran por si alguien, alguna vez, les pregunta; o por si en alguna ocasión surge la oportunidad de lucir lo mucho y bien que hemos leído en nuestra vida. Borges decía que se sentía más orgulloso de lo que había leído que de lo que había escrito. Eso es fácil de decir... cuando uno se llama Jorge Luis Borges y se sabe maestro de maestros.

A veces paso por delante de los vasares de la biblioteca de casa y me paro ante un libro que no es, en principio, un fundamental contrastado ni reconocido. Por alguna razón el libro te llama y te acercas. Lo cojes, te pones a ojearlo o, simplemente, a hojearlo, y de repente descubres que hay algo interesante allí. Comienza entonces la lectura. La lectura es como un viaje sin hotel ni coche de alquiler previamente contratados. Toda una aventura. A priori no sabes si ese libro te llevará a algún lado o te abandonará en cualquier desierto de palabras o en un mar de aburrimientos. La lectura incierta es un nadar incierto.

Estoy con uno de Laurent Gaudé que me recuerda mucho, no sé por qué, al Pedro Páramo de Rulfo. No sé si es que en alguna ocasión lo he abierto antes y me he puesto a leer algunas páginas. El libro y lo que cuenta me resultan familiares. Está bien escrito. Promete. Ya se sabe que no sólo de fundamentales vive el hombre. "El sol de los Scorta" se titula. Ya contaré si la aventura tuvo final feliz o no.

miércoles, 15 de julio de 2009

Neruda, algo había

En cierta ocasión, en un artículo que titulé Letras del Mar, a propósito de Neruda y después de una mención a la inmortal bestia de Neville, decía esto: ...las que con pluma de agua escribiera doña Delia del Carril, ante la imposibilidad de arponear al gran cachalote autor de «Los versos del Capitán». De haberlo sabido, quizá, aquel enero de 1952 la doña no hubiera viajado a Santiago de Chile, sino a Capri, donde el poeta le estaba echando veinte poemas de amor a la mucama Matilde Urrutia, mientras su esposa, al otro lado del mundo, entonaba no más que una canción desesperada. Luego la Urrutia, la que fuera «doméstica» de los Neruda, lo contaría todo en una breve obra póstuma que, sin sutilezas, alguien tituló «Mi vida junto a Pablo Neruda», publicada por Seix Barral.

Me ha venido Neruda al magín porque, aunque no es poeta al que admire con pasión, ni mucho menos, sí creo que hay que reconocerle el mérito de haber escrito -y publicado- esos "Veinte poemas de amor y una canción desesperada" que, muy pronto, se convetirían en el libro de referencia de cualquier enamorado con ganas de decirle cosas bonitas a su novia, pero sin posibles. Me gusta mucho, tanto que ya no sé cuánto me gsuta, el final del poema número veinte. Cuando escribe:

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Por lo demás, algún día hablaremos del Neruda más mediático, del humano Neruda que de poeta tuvo lo que un servidor de fraile teatino.

viernes, 3 de julio de 2009

Vivir en la plaza del mundo

Pido disculpas por no haber hecho acto de presencia estos últimos días. Dudo que haya alguien interesado en estas notas que voy dejando a la espalda de los días, de mis días, pero, por si acaso, mis disculpas. Y lo cierto es que tampoco tengo mucho que contar, salvo que me he metido con un libro de ensayos que Javier Rodríguez ha preparado con materia y material de Juan Bonilla. Había leído algunos relatos de Bonilla y me habían parecido de un nivel nada desdeñable. Había iniciado la lectura de "Los príncipes nubios", pero algo acabó interponiéndose -a destiempo- entre el libro y yo. Sin embargo, ahora, después de haber leído algunos de sus ensayos y de haber topado con alguien capaz de recorrer medio mundo trás la primera edición de un libro ya casi olvidado, me he convencido de que el Bonilla que ahora leo y es mucho mejor que el Bonilla que intuía hace apenas unas semanas. El libro se ha publicado en una colección bisoña llamada "Renglón seguido". He de decir, además, que el texto introductorio del libro no desmerece en nada al resto de la obra. Todo a mucha altura, todo a excelente nivel. Hay libros que te reconcilian con la lectura y textos que te echan el guante -por la cara- y te desafian. Es el caso. Se titula "La plaza del mundo". Ya he pedido empadronarme en el número siete, primero derecha; al lado de Calvino, enfrente de Maiakovski, junto a Bonilla y a sus fieles mascotas: un puñado de libros de colores y de voces encerradas en páginas de papel viejo, como de segunda mano. Ya saben dónde encontrarme; al menos, por un tiempo.

viernes, 26 de junio de 2009

Luis Alberto de Cuenca, el goliardo

El pasado jueves -¡coño!, de eso hace ya una semana- se celebró el cuarto y último -por ahora- simposio en la bodega Estancia Piedra de Toro. Esta vez fue Luis Alberto de Cuenca el encargado de escanciar versos en copas de vinos... o ¿era escandir vinos en copas de versos? No sé, ya no lo recuerdo bien, debe de ser cosa del Alzheimer. Lo cierto es que llegar hasta la bodega, magnífica, impactante, fue toda una aventura. Una tromba brutal de agua, como una gotera incontenible, cayó del cielo, y durante unos minutos se paseó entre los viñedos para lavarles la carita y dejarlos en pelota, a cuerpo gentil, sin el vestuario de sus pámpanos y sin el adorno de sus racimos. Un pequeño gran desastre de esos que la naturaleza provoca cuando una tarde cualquiera de junio se aburre de la canícula, impropia, asfixiante, mortal. Cuenca la tomó con los goliardos y nos ilustró sobre aquellos "monjes" giróvagos y vagos a partes iguales. Unos tíos que inventaron el arte de vivir sin hacer y de hacer un sinvivir de versos escarnecedores, alegres, casi inmortales. Cantos a la vida, al placer, al vino, a Baco, al carpe diem, al collige, virgo, rosas, al dolce far niente"...

La charla fue amena y para todos los públicos. Nada de exuberancias academicistas ni de elevaciones del terreno mental. Sencillo y llano, como deben ser todas las cosas profundas y bellas. Y belleza hubo mucha. Creo haber puesto ya algún poema de Cuenca por aquí. Ahí va otro:

El fantasma

Cómeme y, con mi cuerpo en tu boca,
hazte mucho más grande
o infinitamente más pequeña.
Envuélveme en tu pecho.
Bésame.
Pero nunca me digas la verdad.
Nunca me digas: «Estoy muerta.
no abrazas más que un sueño»

jueves, 18 de junio de 2009

Comienza el baile

Comienza el baile de la poesía. Nadie sabe hacia dónde vamos y prueba de ello es que editores, poetas y críticos ofrecen un panorama tan ecléctico como insondable. Hay quien, como Visor, apuesta por los caballos que se entrenan en sus propias cuadras y pistas; hay quien, como Robayna, denuncia el cambalache en el que se ha convertido el putimundo de la poesía moderna: con sus premios por convenio, sus premiados "ilegidos" y su "póngame cuarto y mitad del Loewe, media rueda de tren y un manojo de Melillas".

La poesía siempre fue un acto de fe, un creer en la indigencia como modo de vida asegurado y futuro. Hoy eso ha cambiado. Los poetas escanden versos sobre el suelo como si fueran banqueros de un cuadro de Quentin Metsys. Sopesan el tintineo metálico de cada palabra y el beneficio neto de sus estrofas. Y eso es lo que le vamos a legar a nuestros descendientes: una poesía bursátil y un compendio de libros de economía, en verso.

martes, 16 de junio de 2009

A la muerte de Ullán

Al parecer, no ha caído en muelle un artículo publicado en ABC en el que se aludía a la muerte de José Miguel Ullán, el poeta. Ullán fue un tipo generoso en torno al cual creció un grupo de escritores y poetas que hoy vemos en todos los escaparates de librería. No fue un poeta de mi gusto ni de mi son en vida y tampoco lo será una vez muerto. Dicho lo cual, no creo que la muerte de Ullán ni de casi nadie sea motivo de alegría, como alguno ha querido hacer ver. Sin embargo, no es un servidor de los que se pliegan al barniz idiota con que nos trata de cubrir este mundo cainita y demagógico de lo políticamente correcto. En España, hay que morirse para que hablen bien de uno, eso es cierto; pero cuando a alguien le da por decir lo que piensa o, simplemente, la verdad ante el óbito irremediable, entonces se juega el tipo si esa verdad no es una verdad de obituario, es decir, tan buenista como posiblemente falsa.

El artículo, por lo demás, denunciaba otras cosas mucho más tangibles y sucedidas. Ullán pasaba por allí en aquel momento, camino de la eternidad, y se encontró con el pastel. Pero mi respeto hacia él, hacia su muerte y hacia su obra.

AUnque no por ello dejo de desear que a Ullán la historia le reserve el sitio que se merece; que sus obras vuelen el tiempo que los lectores le quieran conceder; y que todos aquellos que crecieron al calor de su sombra lleguen donde sus literaturas quieran y puedan llegar. Ut vales!

martes, 9 de junio de 2009

Una noche cualquiera

El escenario es una noche cualquiera en la que tu mujer, de la que estás muy enamorado, ha decidido salir a cenar y a tomar unas copas con sus amigas -pero sin ti-. A primera vista todo es perfecto: tranquilidad, tiempo para leer, para pensar en soledad, para ver, incluso, la caja tonta -encedida o apagada- o para recordar a aquella novia de la juventud perdida. Al principio, piensas que cada vez son más raros y escasos esos momentos que te ha regalado esta noche; hay que aprovecharlo, te dices y te dispones. Sin embargo, a medida que pasan los segundos, los minutos, las horas la imaginación, esa loca que nos enloquece y que a veces se viste con las ropas del amor, se va apoderando de tu tiempo, de tus pensamientos, de tu cabeza, de tu alegría primera y, poco a poco, va torciendo y distorsionando tus buenos deseos, tus pensamientos puros, tu cabal manrea de entender una noche de amigas. Con medida exactitud, segundo a segundo, te va suministrando veneno en forma de inquietudes, de escenas que sólo existen en tu mente, de dudas y de imágenes cargadas de ilusionismo barato. Y te imaginas a tu mujer gozando de la noche y de las criaturas que la habitan. Al fin, todo eso te provoca, te remueve, te reconcome por dentro hasta depositarte en brazos de la una irracionalidad manifiesta y de una violencia verbal que te delata. El amor-imaginación te ha transformado en un ser despreciable y brutal.

Todo esto se pude contar así o así:

Vicente Gallego pertenece a una generación de poetas más impostada que real, pero al menos él.... es un buen poeta.

jueves, 4 de junio de 2009

El río de vuelta

Después de muchos años, tantos como tengo, he llegado a una conclusión: en esta vida, como decía Chaplin, a lo más que podemos llegar -la mayoría- es a ser aficionados. Me viene esta idea a la cabeza porque, de vez en cuando, me imagino esto que llamamos vida como un río que baja hacia la montaña. Un río de vuelta, sí. Así, cuando nacemos, somos como un gran estuario capaz de abarcarlo todo, un estuario en el que se comprenden una infinitud de posibilidades, una ola de potencialidades inabarcables, un mar de futuros. Sin embargo, a medida que pasan los días, los meses, los años, ese río de vuelta va encajonándose, achicándose, acercando orillas y, con ello, uno va dándose cuenta de que en la vida sólo se puede trazar un arroyo chico, poca cosa más que un regato. Esto equivale a pensar que, sin metáforas, en la vida sólo se pude destacar en algo concreto -y aun no siempre-. Cuanto antes sea uno consciente de ello, antes logrará que su río vital, de camino a la montaña, se estreche y tome el curso correcto. Hay quien, como esos grandes deportistas o ciertos genios prematuros, logran encauzar su vida a edades muy tempranas; hay quienes, por diversas consideraciones, tardan mucho más tiempo; pero, al final, sólo aquellos que son capaces de elegir una cosa entre la inmensidad de posibilidades son quienes -y ya digo que no siempre- logran alcanzar su objetivo. Luego, evidentemente, está la suerte, que es el noventa y nueve por ciento que le falta a toda esta explicación.

He tardado muchos años en comprender esto. Quizá ya sea tarde.

jueves, 28 de mayo de 2009

Rómulo Celdrán


Me ha costado varios días entender por qué los de la Revista de Occidente me han enviado un ejemplar a casa. Al principio, nada más abrir el sobre, he pensado que, como me dedico en mi tiempo ocupado a escribir sobre literatura en algún periódico, querrían que estuviera al tanto de lo que hacen. Sin duda, error. Después le he echado un ojo al contenido, como siempre interesante -creo que si Ortega levantara su tamañuda cabeza se sorprendería de que aún, en un país como España, sobreviva una publicación lietararia despúes de tres cuartos de siglo-. Al final, por esas cosas que tiene el ojo, me ha llamado la atención el dibujo de la portada. ¡Eureka!, he ahí la explicación. La portada del último número de la Revista de Occidente viene ilustrada por Rómulo Celdrán, mi amigo -lo anuncio para que nadie piense que ni soy ni quiero ser objetivo en lo que voy a decir-. A Rómulo Celdrán le dediqué un artículo hace un par de años porque, desde que me tropecé con sus obras, hace ya casi una década, me hice romuliano y celdranino a pies juntillas. No soy ningún experto en arte; yo, como Chaplin, a lo más que aspiro es a ser aficionado. Pero lo que sí sé es distinguir un Vega Sicilia de un Don Simón, y aún de otros mejores. Rómulo Celdrán es, sin duda alguna, Vega Sicilia del bueno. No pretendo, ya digo, ser objetivo, pero su obra tiene boca propia. Y para demostrarlo lanzo una pregunta: ¿conocen ustedes a alguien capaz de tomar fotografías con un lápiz? Pues esa es sólo una de las muchas virtudes que adornan a este murciano al que los canarios quieren hacer guanche a toda costa. Y no me extraña.

Más aquí y aquí

lunes, 25 de mayo de 2009

Sobre cuadras y caballos

Las cuadras en literatura son un invento del siglo XX. Bien es cierto que siempre han existido generaciones, movimientos, grupos, facciones literarias..., pero cuadras, entendidas como esos cogollitos de escritores-caballos (da igual el género en el que alumbren o troten) que se promocionan mutamente, se premian mutuamente, se invitan a saraos literarios mutuamente, hacen caja conjuntamente y se amparan en alguna figura "prebostérica" recíprocamente, esas no han existido hasta que el dinero, el poder y la notoriedad social se fijaron en la literatura como algo con muchas más posibilidades mercantiles que estrictamente literarias.

En poesía ocurre igual -no hay más que ver cómo estos días andan poniéndose a caldo "ullanistas" y "visoristas"-. Es evidente que la calidad de un escritor, hoy en día, no le garantiza en absoluto la fama. Es más, a veces puede incluso hacerle de serretón y freno. Para triunfar uno tiene que entrar en boxes y amoldarse a tal o cual cuadra, aceptar su patronato y rendirse al catecismo de su pienso y abrevo. Si no, sus obras no saldrán nunca del cajón. Éste es el signo de nuestros tiempos. Qué dífícil resulta por ello, a veces, negar la tozudez del aserto manriqueño. Ya saben, aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, querido Rocinante.

miércoles, 20 de mayo de 2009

A propósito de Benedetti, Gamoneda.

Anda medio mundo enzarzado con el otro medio -es sólo un decir- a propósito de si Benedetti era o no un buen poeta. Lo cual significa, seguramente, que lo que menos interese de Benedetti sea su poesía. Porque, díganme de cuándo acá la poesía le importa al mundo tanto como para ser motivo de discusión. Ya he dicho en otra ocasión que para mí Benedetti era y es un poeta fácil, en el sentido amplio y variado del término. También lo fue Neruda; y curiosamente ambos fueron propulsados a chorro por esa parte del mundo que se considera depositaria y propietaria legítima y única del intelecto -sobre todo cuando éste se viste de creativo-. Ahora dice Gamoneda que Benedetti era un ser admirable, pero él utilizaba un lenguaje normalizado, el lenguaje de la comunicación coloquial que, aunque lo respeto muchísimo, no lo comparto. Eso lo dice Gamoneda cuya poesía nunca me ha logrado conmoverme mucho más allá de lo que me conmueve un mandil puesto a secar en un tendedero. Pero, en fin, comparen.

Gamoneda dice:

AMOR
Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.

Cuando revuelvo tus cabellos
algo hermoso se forma entre mis manos.

Y casi no sé más. Yo sólo aspiro
a estar contigo en paz y a estar en paz
con un deber desconocido
que a veces pesa también en mi corazón.

Benedetti dice:

MASS MEDIA
De los medios de comunicación
en este mundo tan codificado
con internet y otras navegaciones
yo sigo prefiriendo
el viejo beso artesanal
que desde siempre comunica tanto

Yo digo:

POESÍA
Busquen por ahí:
les juro que
la poesía existe.

lunes, 18 de mayo de 2009

Benedetti

Hace ya algunos años -mi memoria dice que algunos, mi cuerpo asegura que bastantes- me pidieron que eligiera una película de la Seminci y que fuera a verla con un grupo de chavales a los que, por entonces, intentaba convencer de que el latín y la literatura eran útiles e, incluso, necesarios para la vida. Elegí "Mario y El Capitán" porque había leído la obra un par de veranos antes en aquella colección que sacó Alianza a veinte duros -a lo mejor, incluso, conservo el ejemplar-; me había gustado. La adaptación al cine me pareció fantástica. Debía de ser una producción uruguaya -no lo recuerdo- y de bajo presupuesto -dicho sea de paso, tampoco una película que transcurre en un calabozo acondicionado como sala de interrogatorios debió de necesitar un gran dispendio-. La película me trajo a la memoria, en parte, aquella otra magistral de "La Huella", de Mankiewicz, y la no menos soberbia interpretación que Laurence Olivier y Michael Caine hacen del original de Shaffer.

Benedetti fue un buen autor teatral, un escritor interesante y un poeta fácil, como lo fue Neruda. Sus versos han calado, y mucho, porque están construidos con esa sencillez que para muchos es esencia poética y para otros falta de estro y de musa, es decir, inutilidad manifiesta. Es cierto que, cuando la fama de alguien va aparejada al hecho de declararse comunista o al hecho de haber sido perseguido por los militares, se me plantean dudas. Sin embargo, a mí, personalemnte, Benedetti me gustó en algunos momentos y su "Táctica y Estrategia" me valió, en alguna ocasión, para descubrir alguna que otra boca. Sólo por eso, gracias, Mario.

viernes, 15 de mayo de 2009

Política poética

La capacidad de torsión del lenguaje es infinita. Quizá por eso existe la poesía. Sin embargo, lo maravilloso es que alguien, sin saberlo -sin saber-, pueda llegar a dibujar una poderosa imagen poética a base de retorcerle el brazo a la lengua con fines más bien espurios. En esos casos, el principio político al que tantas veces se aferran los próceres de la Patria, es decir, el "mantenella y no enmendalla", puede dar como fruto algo tan sublime como esto: "todos hemos podido comprobar la soledad de la multitud frente al individuo". La imagen de "la soledad de la multitud" es en sí misma un oxímoron maravilloso, pero si a ello le añadimos un "frente al individuo", es decir, frente a lo uno, a lo que por necesaria instrucción semántica es solo y está solo, entonces hablamos de mucho más.

No dejaría de tener su gracia que, por esas bromas de Apolo, algún político perentorio hubiera confundido su vocación y, en vez de para gobernar, para lo que estuvieran hechas sus mimbres fuera para urdir versos. Y es que Apolo siempre fue un poco cabroncete...

martes, 12 de mayo de 2009

A. Vega

Hay canciones que no necesitan música para ser poemas, porque hay poetas que escriben con la guitarra. Siempre me gustó esta canción...

viernes, 8 de mayo de 2009

La familia, de Marzal

Dice Carlos Marzal -que así, a primera vista, me ha parecido un tipo cojonudo- que quienes vamos haciendo biblioteca a fuerza leer estamos creándonos una familia. Uno, a medida que descubre y lee -o, mejor dicho, a medida que lee y descubre-, va eligiendo quiénes son sus padres literarios, sus abuelos de la palabra, sus tíos, sus primos y así hasta componer una árbol de antepasados escritores tan frondoso y dilatado como uno quiera... o lea. Si yo tuviera que pensar en mi familia de letras elegiría a Homero como tatarabuelo y a Safo para calentarle la cama. Bisabuelos ya me es más difícil, aunque quizá Catulo pudiera valerme y, con permiso de Lesbia, lo casaría con Ovidio metamorfoseado en cuerpo de mujer. ¿Abuelos? ¿Por qué no Cervantes, que es el padre literario de medio mundo? O mejor, Lope, quizá Quevedo, no está mal el Divino Dante. No sé; me cuesta. La abuela podría ser Santa Teresa si no me infundiera ese respeto que algunos llaman miedo. No, mejor me hago a María de Zayas, a quien todavía no se pondera como se merece; aunque algún día... Por padres, sin menoscabo de los que tengo, no sabría. Difícil cuestión. Se me ocurren muchos, me llenan bastantes y me agradan unos pocos: ¿Lorca?, ¿Unamuno?, ¿Borges? Sí, creo que me quedo con Borges. ¿Kenizé Mourad? ¿Marie Vassiltchikov? ¿Beli? Vaya, parece que para elegir madre me internacionalizo. Claro que, si hago eso entonces es verdad que el árbol se me desmesuraría rápidamente: Leopardi, Mann, Dostoievski, Calvino, Twain, Voltaire, Coetze... En cuanto a mis hermanos, ¿qué decir?. El propio Marzal me parece bueno, pero también me valen Zafón, Hériz, Gallego, Esquivias... Hermanas, como en la realidad, no tengo. Sobre esto tengo pensar.

Y, después de esto, me pregunto si mi hijo querrá algún día que también yo sea uno de sus padres. Tengo serias dudas.

martes, 5 de mayo de 2009

José María Álvarez, el Ardentísimo

Ayer estuve escuchando a José María Álvarez. Éramos pocos y como despistados. No habló de su "Ardentísima", pero esbozó en cuatro brochazos finos buena parte de su vida: Venecia, París, Estambul, Jimmy Carter, Onetti, Ezra Pound... También habló de su traducción de Kavafis que, al parecer y a su parecer, es una de las mejores en lengua castellana. Me gustó porque José María Álvarez ha tenido la suerte de vivir esa vida que a mí me hubiera gustado vivir: viajes, literatura, encuentros y trato personal con hombres que son y han hecho historia... y París. ¡Coño, cómo me hubiera gustado a mí vivir en París! Claro que, a mí me quedan treinta años para cogerle y ¿quién sabe?, a lo mejor todavía me queda París...
Has visto el tiempo en las aguas.
Y lo que amabas, lo que respetabas, flota
como desperdicios en el oleaje.
Piensa en Shakespeare.
Recuerda qué hermosa es esta Piazza
para morir.

martes, 28 de abril de 2009

Sickert ¿el destripador?


Cuadros como éste alimentaron la especie de que Walter Richard Sickert, el mejor pintor inglés que ha dado Alemania, era, en su tiempo libre, Jack el destripador. Sobre esta teoría se han escrito libros en abundancia y novelas como la de Patricia Cornwell. La verdad es que, si uno observa el impresionante impresionismo que pincela Sickert sobre sus telas, si uno contempla esos cuadros de mujeres desnudas, a medio camino entre la muerte pintada como un sueño y la vida concebida como un cuerpo de mujer dormida, no resulta difícil asociar ambos personajes. Más, incluso, cuando el propio Sickert afirmaba haber heredado en pensión la habitación que ocupara el verdadero Jack el destripador. Toda una teoría sugerente sobre uno de los grandes misterios criminales de la Historia. Un misterio que áun, hoy en día, nadie ha sido capaz de destripar.

viernes, 24 de abril de 2009

¿Volar? Sí, pero solo.

Siempre tuve estas palabras por credo. Se las debo a Cyrano, el de Rostand. No están mal traducidas del original francés, así las reproduzco.

¿Y qué queréis que haga?:
¿buscarme un protector, un amo, tal vez,
y como hiedra oscura que sube la pared,
medrando sibilina y con adulación,
cambiar de camisa para obtener posición?
¡No, gracias!

¿Dedicar, si se diera el caso,
versos a los banqueros?;
¿convertirme en payaso?;
¿adular con vileza los cuernos de un cabestro,
por temor a que me lance algún gesto siniestro?
¡No, gracias!

¿Desayunar cada día un sapo?;
¿tener el vientre panzón,
un papo que me llegue a las rodillas,
con dolencias pestilentes de tanto hacer reverencias?
¡No, gracias!

¿Adular el talento de los canelos?;
¿vivir atemorizado por infames libelos,
y repetir sin tregua: "señores, soy un loro,
quiero ver escrito mi nombre en letras de oro".
¡No, gracias!

¿Sentir terror a los anatemas?;
¿preferir las calumnias a los poemas?;
¿coleccionar medallas?;
¿urdir falacias?
¡No, gracias!
¡No, gracias!
¡No! ¡Gracias!

Pero... cantar, soñar, reír, vivir, estar sólo...
Ser libre, tener el ojo avizor, la voz que vibre.
Ponerme por sombrero el universo, por un sí o por un no.
Batirme, o hacer un verso.
Despreciar con valor la gloria y la fortuna.
Viajar con la imaginación... a la luna.
Solo al que vale reconocer los méritos.
No pagar jamás por favores pretéritos.
Renunciar para siempre a cadenas y protocolo.
Posiblemente no volar muy alto...
pero solo.

Sólo, solo, sólo...

miércoles, 22 de abril de 2009

Segundo simposio

Soy perezoso, eso ya lo sé. Lo sé desde la primera vez que tuve que levantarme de la cuna. ¡Coño, cuánto tiempo! De eso hace hoy treinta siete años. Si alguien lee estos textos alguna vez, verá que no me obligo a escribir todos los días porque no todos los días tiene uno algo que escribir; ni todos los días lo que uno tiene que escribir merece la pena escribirlo. Pero también es verdad que hay días en los que a uno le apetece contar porque sí, porque ese día cree que lo que tiene que contar merece la pena contarlo. No, no me estoy quedando con nadie, simplemente es así. Ayer estuve, de nuevo, en Urueña. Esta vez el simposiarca era alguien cercano, muy cercano. Tocaba Virgilio, el más grande. Tocaba Las Geórgicas, las más grandes. La presentación del banquete, casi festín, al que no sé si sabremos desacostumbrarnos cuando ya no, corrió a cargo de Rodríguez Tobal. Grande, preciso, simpático, ocurrente y genial, como siempre, el poeta zamorano que no por nada lleva poesía en la voz. Después el primer espada, el lidiador de los poemas de Virgilio a los que ha dotado de una voz que en castellano parecía, a veces, incluso mejor que en latín. Esto mismo dijo Javi Rodríguez: esas Geórgicas no son las Géorgicas de Virgilio, son las Geórgicas de Pedro Pablo Conde Parrado, con quien tanto tengo.

Versos increíbles que emulan el original con asombrosa certeza; hexámetros precisos, macerados en la pipa del reposo; palabras exactas vendimiadas de un castellano gran reserva; emoción e intensidad de color, sabor y cuerpo. ¡Qué gran vino para estar embotellado solo entre pastas de papel!

De nuevo una delicia, de nuevo un acierto enorme -aunque esta vez ni pueda ni quiera ser objetivo, porque no me da la gana- de la bodega Estancia Piedra. De nuevo, recomendable. El próximo, el 8 de mayo. Promete. Tendrán noticias.

jueves, 16 de abril de 2009

Las Ferias del Libro

Dentro de nada llega mayo y, con él, la literatura, que hace mucho tiempo que dejó de estar en rebeldía, se echará a la calle, mansamente. Mayo esconde tras cada una de sus esquinas una feria del libro: Madrid, León, Valladolid... En estas fechas las ciudades se visten de papel e invitan a quienes las habitan a la libertad, es decir, invitan a leer. Sin embargo, hace mucho tiempo que, salvo en Madrid, la fórmula parece presentar signos evidentes de cansancio y agostamiento. Las ferias del libro cada vez, cada año, son más repetitivas y monótomas. Así como las presentaciones de libros, que tuvieron su momento de gloria hace algunos años, han dejado de interesar a la mayoría de la gente, puesto que aburren en la mayor parte de los casos hasta a quienes, como yo, se consideran lectores, las ferias del libro cursan la misma enfermedad con episodios críticos de hastío y redundancia. Es necesario renovar el formato o quién sabe si a lo mejor matarlo y dar vida a nuevas fórmulas. Y, cuanto antes, mejor. Que urge.

lunes, 13 de abril de 2009

Cronopios

He visto cronopios, hileras de cronopios encapuchados. LLevaban a cuestas maderas pintadas con formas de hombre, de mujer, de Dios dicen. Era el silencio; y una multitud en turba, callada y lenta, los contemplaba. Pasaban; iban de un lado a otro o a ninguna parte. No digo que fuera un sueño; sólo me pregunto si me estaré volviendo Cortázar perdido.

lunes, 6 de abril de 2009

Yo, dinosaurio

Esta mañana, cuando he despertado, yo, como el dinosaurio de Monterroso, todavía estaba aquí.

viernes, 3 de abril de 2009

Joy





Me ocurre cada vez que la escucho. No sé qué tiene esta música que me conmueve. Un abismo de paz interior, quizá. Es el Joy de George Winston, de un disco titulado December. No acierto a explicar -ni quiero- la sensación que me produce. Quizá sea algo de aquello que escribió Lope a propósito del amor: quien lo probó lo sabe...

jueves, 2 de abril de 2009

Gioconda Belli


He vuelto a leer ese poema conmovedor de Gioconda Belli titulado "Amo a los hombres y les canto". Cada vez que me lo pongo en la boca, el corazón se me agita y me pide que vayamos. Ni el ni yo sabemos dónde, ni siquiera con quién, pero después de leerlo -quien lo lea- sentirá, como yo he sentido, que es necesario, urgente, ir... donde Gioconda Belli quiera que vayamos. Vámonos, vámonos, ¡vamonoooos!

Amo a los hombres y les canto

Amo a los jóvenes
desafiantes jinetes del aire,
pobladores de pasillos en las Universidades,
rebeldes, inconformes, planeadores de mundos diferentes.
Amo a los obreros,
esos sudorosos gigantes morenos
que salen de madrugada a construir ciudades.
Amo a los carpinteros
que reconocen a la madera como a su mujer
y saben hacerla a su modo.
Amo a los campesinos
que no tienen más tractor que su brazo
que rompen el vientre de la tierra y la poseen.
Amo, compasiva y tristemente, a los complicados
hombres de negocios
que han convertido su hombría en una sanguinaria
máquina de sumar
y han dejado los pensamientos más profundos, los
sentimientos más nobles
por cálculos y métodos de explotación.

Amo a los poetas -bellos ángeles lanzallamas-
que inventan nuevos mundos desde la palabra
y que dan a la risa y al vino su justa y proverbial importancia.
que conocen la trascendencia de una conversación
tranquila bajo los árboles,
a esos poetas vitales que sufren las lágrimas y van
y dejan todo y mueren
para que nazcan hombres con la frente alta.
Amo a los pintores -hombres colores-
que guardan su hermosura para nuestros ojos
y a los que pintan el horror y el hambre
para que no se nos olvide.
Amo a los solitarios pensadores
los que existen más allá del amor y de la comprensión sencilla
los que se hunden en titánicas averiguaciones
y se atormentan día y noche ante lo absurdo de las respuestas.

A todos amo con un amor de mujer, de madre, de hermana,
con un amor que es más grande que yo toda,
que me supera y me envuelve como un océano
donde todo el misterio se resuelve en espuma...

Amo a las mujeres desde su piel que es la mía.
A la que se rebela y forcejea con la pluma y la voz desenvainadas,
a la que se levanta de noche a ver a su hijo que llora,
a la que llora por un niño que se ha dormido para siempre,
a la que lucha enardecida en las montañas,
a la que trabaja -mal pagada- en la ciudad,
a la que gorda y contenta canta cuando echa tortillas
en la pancita caliente del comal,
a la que camina con el peso de un ser en su vientre
enorme y fecundo.
A todas las amo y me felicito por ser de su especie.
Me felicito por estar con hombres y mujeres
aquí bajo este cielo, sobre esta tierra tropical y fértil,
ondulante y cubierta de hierba.
Me felicito por ser y por haber nacido,
por mis pulmones que me llevan y me traen el aire,
porque cuando respiro siento que el mundo todo entra en mí
y sale con algo mío,
por estos poemas que escribo y lanzo al viento
para alegría de los pájaros,
por todo lo que soy y rompe el aire a mi paso,
por las flores que se mecen en los caminos
y los pensamientos que, desenfrenados, alborotan en las cabezas,
por los llantos y las rebeliones.
Me felicito porque soy parte de una nueva época
porque he comprendido la importancia que tiene mi existencia,
la importancia que tiene tu existencia, la de todos,
la vitalidad de mi mano unida a otras manos,
de mi canto unido a otros cantos.
Porque he comprendido mi misión de ser creador,
de alfarera de mi tiempo que es el tiempo nuestro,
quiero irme a la calle y a los campos,
a las mansiones y a las chozas
a sacudir a los tibios y haraganes,
a los que reniegan de la vida y de los malos negocios,
a los que dejan de ver el sol para cuadrar balances,
a los incrédulos, a los desamparados, a los que han
perdido la esperanza,
a los que ríen y cantan y hablan con optimismo;
quiero traerlos a todos hacia la madrugada,
traerlos a ver la vida que pasa
con una hermosura dolorosa y desafiante,
la vida que nos espera detrás de cada atardecer
-último testimonio de un día que se va para siempre,
que sale del tiempo y que nunca volverá a repetirse-.
Quiero atraer a todos hacia el abrazo de una alegría que comienza,
de un Universo que espera que rompamos sus puertas
con la energía de nuestra marcha incontenible.
Quiero llevaros a recorrer los caminos
por donde avanza -inexorable- la Historia.
Porque los amo quiero llevarlos de frente a la nueva mañana,
mañana lavada de pesar que habremos construido todos.

Vámonos y que nadie se quede a la zaga,
que nadie perezoso, amedrentado, tibio, habite la faz de la tierra
para que este amor tenga la fuerza de los terremotos,
de los maremotos,
de los ciclones, de los huracanes
y todo lo que nos aprisione vuele convertido en desecho
mientras hombres y mujeres nuevos
van naciendo erguidos
luminosos
como volcanes...

Vámonos,
vámonos,
¡vámonoooos!

miércoles, 1 de abril de 2009

El libro de la vida

Lejos del sentido teológico que esconde el concepto "el libro de la vida" (vid. La Biblia, Éxodo, 32, 32) a veces, cuando ando por casa, me asalta la duda de si la vida será una especie de libro en marcha, como uno de esos diarios de Trapiello, que fuéramos escribiendo y leyendo en tiempo real. En ese diario-libro (o libro-diario) está escrito todo y allí sucede todo lo que nos sucede. Filósofos antiguos como Demócirto y Leucipo llamaron a esto determinismo, yo simplemente lo llamo literatura aplicada a la vida de cada cual. Y, como en toda literatura, también en este día a día que llamamos tiempo y presente hay libros mejores y peores, como hay vidas mejores y peores; los hay más largos y los hay de apenas una línea, como El Dinosaurio de Monterroso, los hay románticos y los hay trágicos; los hay en verso y los hay en prosa, como hay vidas que son pura poesía y vidas que, de tan prosaicas, aburren soberanamente... En fin, que no sé por qué -o sí, quién sabe- hoy me he puesto a pensar en esto. Tal vez porque ayer escribí una pagina más en el libro de mi vida, y me gustó hacerlo.

martes, 31 de marzo de 2009

El Silencio




Hay tanto ruido-ambiente que cada vez es más difícil escuchar el silencio. El silencio es una de las grandes conquistas del hombre desde que aprende a hablar. Hablar en silencio, pensar en silencio, vivir en silencio y hasta callar, ¡silencio!, son actos poco frecuentes en nuestro tiempo. Por eso me uno a Munárriz y subscribo este

MANIFIESTO

En defensa del cardo y de la ortiga,
en defensa del burro y su rebuzno
y de su condición intrascendente,

a favor de los bosques y su antiguo
modo de ser, a favor de la piedra
que el invierno cubrió de oscuro musgo,

para que vivan peces en las aguas,
pájaros en el aire, rododendros
en los jardines, luces en la noche,

y los hombres se olviden de la prisa
con que van a la nada y no se enteran,
víctimas de un progreso establecido,

para que todo cobre otro sentido
una vez asumido el sinsentido
que es todo, y concentrados en su paso

veamos sin dolor pasar el tiempo
y vivamos minutos, horas, días,
bocanadas de ser, riqueza única,

para que todo vuelva a ser sí mismo,
lo que pasó, lo que es, lo que perdura,
lo que no deja huella de su paso,

para que no dé miedo tener hijos
ni dejar de tenerlos, y el amor
vuelva a ser verdadero, a ser inmenso,

para poder tomar el sol y el aire
y sentarse en la hierba con la gente
y ponerse a charlar largo y tendido,

a favor del cansancio y del descanso,
a favor de los ciclos naturales
y de la rebeldía ante los ciclos,

por los colores y por los sonidos,
por los gustos, los tactos, los olores,
por el juego y el sueño, y los amigos,

en defensa de lo que se ha perdido,
de la paz verdadera, del sosiego,
de la palabra limpia y del silencio.

“Esos tus ojos” 1981

viernes, 27 de marzo de 2009

Leyendas del Vinotuaro

Ayer estuve en Urueña. Urueña es la primera Villa del Libro que se fundó en España, amén de un pueblecito precioso plantado por la mano del hombre en una tierra en la que hay más cielo que tierra (Colinas dixit). Asistí a un encuentro al que han bautizado "Leyendas del Vinotauro", una iniciativa de la bodega Estancia Piedra (D.O. Toro) en la que se fusionan -¡qué palabra más de moda!; ¡qué palabra más prostituida!- vino y literatura clásica. El ciclo está estructurado en sucesivos simposios, es decir, encuentros en los que el néctar de Dionisos y la charla amena -ese es, por ende, el sentido exacto del término "simposio"- maridan. En el de ayer, el primero, el magnífico poeta zamorano Juanma Rodríguez Tobal nos deleitó con una disertación titulada "Ningún otro árbol plantes primero que la vid".(El descubrimiento del vino en Grecia). El título hace honor a un verso suelto atribuido al poeta Horacio. La conversación de Juanma Rodríguez Tobal, con esa voz imponente y antigua que le ha regalado la naturaleza, era una auténtica delicia para el oído. El corazón, además, confirma este extremo. Hora y media en la que Rodríguez Tobal nos habló del vino y sus conjuntos en la Grecia Clásica, de su importancia en ritos que se hunden en mitos -casi siempre conocidos-, de la espontaneidad de su génesis y de cómo los grandes líricos del siglo VI a. de C., pero también antes y después, cantaron las virtudes y consecuencias de ese néctar milenario. De cómo la historia se repite y lo que hoy nos parece fruto de los tiempos no es más que una reedición, casi siempre pobre, de la concepción helena de la vida.

El encuentro estuvo regado de vino. Mientras Juanma hablaba, los presentes, unos cincuenta, disfrutábamos de una copa de vino, como si nuestro cuerpo quisiera entender, a través del líquido, el sentido de todas sus palabras. Luego vinieron los poemas, leídos como si hubieran sido escritos por su mano. ¡Increíble! ¡Vital! La traducción de la Ilíada de García Calvo, la mejor en nuestra lengua, Homero en estado puro, ya fuera Homero un hombre o una cooperativa, poemas de Alceo, de Anacreonte, de Safo, del plomizo Hesíodo, de Teognis... menciones a Zeus, a Anfitrión, a la requemada Sémele, cómo no, a su hijo Dionisos, fuente útlima y primera del vino, a aquel melicorde rijoso y cabroncete que fue Catulo... En fin, una delicia auténtica servida en copa alta y cristalina, como la voz de Juanma, como la palabra de "sus" poetas. Ya espero, impaciente, el segundo simposio. Que, por suerte, no todo en esta vida es crisis y economía.

martes, 24 de marzo de 2009

La realidad

La realidad es pura poesía:
inabarcable, fugaz, estúpida.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Evaristo Cultural

¡Con ese nombre, mira que es difícil que algo tenga altura y profundidad! -que son los dos antagónicos que hacen grande casi cualquier cosa...o a cualquier persona-. Pero, lo cierto es que así es. Cabotando por el inmenso mar de la Red, he ido a varar sobre esta costa.

http://www.evaristocultural.com.ar/index.htm

Me ha parecido interesante y con momio. Ahí dejo el pañuelo.

jueves, 12 de marzo de 2009

El mejor poema...

Dice José Luis Rodríguez Zapatero, el Presidente del Gobierno de España, que éste de Gamoneda es el mejor poema que ha leído nunca.

A las ocho del día en febrero
aún es de noche.
No hay aún luz en los vagones, sólo
oscuridad y aliento.
No nos vemos: sentimos
la compañía y el silencio.En el andén estalla la campana.
Nos sobresalta la crueldad de un silbido.
Tiemblan las sombras. Todo vuelve
a un antiguo sentido.Nos dan la luz amarillenta y floja.
Salimos
de la oscuridad como del sueño:
torpemente vivos.Éste es un tren de campesinos viejos
y de mineros jóvenes. Aquí
hay algo desconocido.
Si supiésemos qué, algunos de nosotros
sentiríamos vergüenza, y otros esperanza.
Se está haciendo de día. Ya
veo los montes dentro de la sombra,
los robles, del mismo color del monte,
la yerba vieja, sepultada en escarcha,
y el río, azul y silencioso
como un brazo de acero entre la nieve.Cruzan los pueblos de sonido humilde:
Pardavé, Pedrún, Matueca…Cuando bajo del tren, siento frío.
He dejado mi casa. Ahora estoy
solo. ¿Qué hago aquí?, ¿quién me espera en
este lugar excavado en el silencio?No lo sé; con el tren se aleja
algo que es cierto aunque no puede ser pensado;
es algo mío y no me pertenece.
Está dentro y fuera de mi corazón.


Se ve que el hombre no lee mucha poesía.

miércoles, 4 de marzo de 2009

De Panero su locura

Dicen que Leopoldo María Panero, el poeta, está loco. Ese loco escribe locuras como ésta:

HEMBRA...

Hembra que entre mis muslos callabas
de todos los favores que pude prometerte
te debo la locura.

"El último hombre" 1984

Si alguna vez llego a escribir algo parecido a esto, por favor, que me llamen loco.

Envidia

Envidio a quienes son capaces de escribir su vida en un diario. A lo más que un servidor se acerca es a estos chispazos apagados e imprevisibles. De repente algo se enciende en el interior y te pide que escribas.

viernes, 27 de febrero de 2009

The best job in the world

Dicen quienes han inventado esta manera tan fantástica de hacerse publicidad que se trata del mejor trabajo del mundo. Consiste en hacer de guía en un isla australiana llamada Isla de Hamilton, pared con pared del gran arrecife de coral. Al proceso de selección se han presentado cientos de miles de candidatos de todo el mundo universo. Me planteo qué llevarme para seis meses: libros, un buen surtido de bañadores, crema para el sol... Si a mí me dieran ese trabajo, creo que solo cargaría con "El Conde de Montecristo"; él supo salir de una cárcel como ésta hace ya bastante tiempo. Luego... se hizo rico.

jueves, 26 de febrero de 2009

La idea

Me gusta mucho más la idea de tus pechos firmes estrellados contra el cristal oscuro de mis manos. Ese cristal frío que solo ellos saben calentar.

miércoles, 25 de febrero de 2009

El desayuno

Esta mañana me he levantado con hambre, mucha. He pensado en calentar una taza de leche y en comerme un par de magdalenas de las que hacen las monjas en su tiempo libre, en su tiempo de trabajo. Pero hasta ver, me he entretenido un rato subiendo a la biblioteca. Me he puesto a mirar algunos libros. De repente, se me ha echado sobre las manos uno de L. A. de Cuenca. Lo he abierto y le he leído a la mujer de mi vida uno de sus poemas. Dice así:

Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».

Al fin, he saciado mi voraz apetito... y, de paso, he logrado mantener la línea. Es lo que tiene la buena poesía: que alimenta, pero no engorda.

lunes, 23 de febrero de 2009

En este día en el que dicen que se salvó la democracia....

A propósito del primer cumpleaños de mi hijo, alguien -con gusto y tino- le ha regalado un libro. Es un libro de tamaño, casi un cuadro. Contiene un único poema y lleva colgadas, a modo de faralaes, una ristra de estupendas ilustraciones firmadas por Mauro Evangelista. El libro se titula Carta a un hijo y, en realidad, no es otra cosa que el If de Kipling en original inglés y traducción. La traducción no es la de Jacinto Miquelarena que, a pesar de los pesares, sigue siendo la más eufónica. Ya se sabe que traducción y traición van de la mano -y más en un poema en el que la carga semántica y el peso exacto de muchas palabras es difícilmente perceptible; cuanto más si hay encima que traducirlo-. Como el poema es de sobra conocido y él -mi hijo- ya lo tiene, le regalo otro en esa línea, aunque sin tanta fama. Es de William Ernst Henley -el Long John Silver de La Isla del Tesoro-, se titula Invictus, y dice así:

Out of the night that covers me,
Black as the Pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul. -
In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed. -
Beyond this place of wrath and tears
Looms but the horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds, and shall find me, unafraid.
It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate;
I am the captain of my soul.

Lejos de esta la noche que me cubre,
negra como un abismo brutal,
doy gracias a los dioses, tal vez,
por mi alma inconquistable.
Caído en las garras de la circunstancia
ya no tengo lágrimas ni llanto.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza sangra, mas permanece erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
amenazan los horrores de la sombra,
y aún así el acecho de los años
me halla, y me hallará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
pues yo soy el amo de mi sino;
yo soy el capitán de mi alma.


Por cierto, "alguien" se llama Rosa.

jueves, 19 de febrero de 2009

El hijo ¿qué tengo?

Tengo un hijo y acaba de cumplir un año. Ha consumido la primera pieza de una bolsa en la que no nos es posible meter los ojos para ver cuántas más quedan -espero que muchas, muchísimas-. Como todos los padres que en el mundo han sido, como todos los que en el mundo han sido padres, asisto completamente absorto y embabado a la velocidad con que crece el tiempo que, para mí, es ya lo mismo que mi hijo. El tiempo y mi hijo crecen muy deprisa; tan deprisa que casi me arrastran. Y, de un tiempo a esta parte, one year ago, que diría un inglesito, siento mucho más vivos y reales los días que voy/vamos consumiendo, como si la existencia y la presencia de ese ser tan pequeño me hubieran regalado un taquígrafo de bolsillo para todas mis horas. Sobre el paso del tiempos sobre el tempus fugit, se ha escrito todo lo que se podía escribir y con mayores palabras, por eso será mejor callar y ver cómo pasa mi hijo, cómo crece el tiempo.

lunes, 16 de febrero de 2009

El hábito

Cuando ya casi creía haber perdido completamente el hábito de la lectura, voy y me topo con él: estaba colgado en la sacristía de mis notas interiores. Llevaba mucho tiempo sin leer con la asiduidad propia de aquel a quien le gusta la lectura. Tras aquel tiempo en el que los libros y su uso se convirtieron en una obligación, casi llegué a aborrecerlos. No hay como imponer para hartar; y lo mío con la lectura, durante cuatro, los cuatro que duró aquel programa de televisión, desembocó en hartazgo. Pero, al parecer, estoy recuperándome. Ayer prendí la chimenea -sobre todo por ahorrar algo en la factura del gas- y me puse a leer. El qué es lo de menos; lo de más es el cómo. Cuando ya me había olvidado de quien fui algún día, voy y me topo con mi sombra descansando sobre las páginas de un libro. ¡Evohé, evohé!

viernes, 13 de febrero de 2009

De lo mejor que he visto por la Red en mucho tiempo

Aunque no es ninguna primicia, me gustaría abrazar a este tipo. Un esqueleto o calaquita muy divertido.

A modo de adiós

Cuando leas esto, si aún tuviste ánimo para llegar hasta aquí, te darás cuenta de que todos los principios son el fin, y que un saludo es la primera palabra que anuncia cualquier despedida. Por eso, este primer comentario, que un día será el último, sólo ha de servirme para decirte, lector, adiós y gracias. Sencillamente...