jueves, 12 de noviembre de 2009

Alfonsina y Horacio

Voy a aplicar ese viejo axioma periodístico que dice: no dejes que la verdad te estropee una buena noticia.

La muerte de Alfonsina Storni, la poeta de América, puesta en verso por Ariel Ramírez y Félix Luna en su Alfonsina y el mar, y en boca de Mercedes Sosa, que la cantó como nadie jamás, es uno de esos mitos que merecería la pena que no lo fueran.

El 25 de octubre de 1938, frente al Mar de Plata, Alfonsina Storni, cansada de creer en la resurrección de Horacio, uno de los más grandes cuentistas de todos los tiempos, su amor inconfeso, se adentra poco a poco en las aguas saladas. Su cuerpo, vestido de mar, se sumerge y con él la vida. Pocos años antes, Quiroga, el extraño Quiroga, el mismo hombre al que habían abandonado todas las mujeres de su vida y que, asustado ante la perspectiva de una muerte atroz a manos de un cáncer, había decidido quitarse la vida como si fuera un poeta -bebiendo cianuro en presencia de un ser monstruoso al que había liberado de su encierro- la había conocido en Montevideo.

La leyenda también cuenta que una noche, entre copas de vino y juegos, al abrazo de la noche y en presencia de unos amigos, Quiroga y Storni, Horacio y Alfonsina, juegan a besar un reloj de bolsillo por ambas caras. Cuando Alfonsina está a punto de posar sus labios sobre la esfera, Horacio arrastra la leontina y sus bocas se encuentran. Es un juego, pero quema... y para siempre.

La leyenda de la muerte Alfonsina Storni es tan bella que no merece la pena saber si es cierta o no. Para ella, allá donde esté, este poema de su amigo Amado Nervo; que resume casi todo...

Autobiografía

¿Versos autobiográficos ? Ahí están mis canciones,
allí están mis poemas: yo, como las naciones
venturosas, y a ejemplo de la mujer honrada,
no tengo historia: nunca me ha sucedido nada,
¡oh, noble amiga ignota!, qué pudiera contarte.

Allá en mis años mozos adiviné del Arte
la armonía y el ritmo, caros al musageta,
y, pudiendo ser rico, preferí ser poeta.
-¿Y después?
-He sufrido, como todos, y he amado.
¿Mucho?
-Lo suficiente para ser perdonado...

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