lunes, 20 de septiembre de 2010

La noche esposa a Miguel Hernández a la garganta de Serrat

No sabrán nunca Caro y Pablo cuánto les agradeceré -agradeceremos- la invitación para revivir a Miguel Hernández. Revivir, digo, porque eso es lo que Serrat hace con el de Orihuela en este nuevo proyecto -es mucho más que un disco o una gira- llamado "Hijo de la luz y de la sombra". Sombra que, como la claridad de Claudio, siempre viene -también- del cielo. Y del cielo cae uno cuando termina de escuchar a Serrat y baja a la tierra de papel y busca, una vez más, los poemas de Miguel Hernández y se estremece y se duele y se marchita y se empequeñece ante la dimensión gigante y sobrenatural del poeta muerto.

Vuelvo ávido de imágenes y palabras siempre nuevas a sus versos y contemplo: "eres la noche, esposa: la noche en su instante / mayor de su potencia lunar y femenina... Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje / su avaricioso anhelo de imán y poderío... La sombra pide, exige seres que se entrelacen, / besos que la constelen de relámpagos largos, / bocas embravecidas, batidas, que atenacen, / arrullos que hagan música de sus mudos letargos...."

Y me voy haciendo sombra y después nada. Nada ante la significancia de tanto hombre, de tanto verso, de tanta belleza. La muerte, a veces, debería respetar al arte y hacer inmortal la carne de algunos poetas, para poder seguir mordiéndoles los versos y libándoles las palabras, como un enjambre de abejas laboriosos filtradas por tus poros.


miércoles, 1 de septiembre de 2010

A C - y no hablo de hoteles -

Seguro que más de uno pensará que he estado de vacaciones casi... ¡tres meses! ¡Qué vergüenza! Pero, no. Se equivoca. Simplemente he estado vago. Unos días por otros: el trabajo, los viajes, el nada que contar. Eso es lo peor de todo: el nada que contar, ni cantar. Por eso, hoy me he dicho: de aquí no pasas; o te pones a escribir algo en el blog, o...

En fin, que aunque sin mucho que decir, aquí está uno de nuevo, obligándose, para desempolvar algún viejo poema. Tengo pendiente dedicarle una entrada a Alejandro Alonso, un poeta desconocido; tan desconocido como poeta. Será la próxima entrada, sin duda. Espero que les guste. Poesía clásica, pero de un nivel excepcional.

Por el momento voy a... volver a otro clásico, a un clásico vivo, probablemente al mejor poeta vivo que conozco y leo, que conozco porque leo. De su obra Astrolabio 1975-1979 rescato:

El camino cegado por el bosque

Créeme, no es piedad lo que siento por ti,
ahora que estoy lejos, sino un recuerdo herido.
Por ti y por el camino cegado por el bosque
que no pude seguir aquella noche joven,
perfumada y abierta como el cuerpo de un pino.
No es piedad, sino una sensación de fracaso,
de suave y entrañable dolor que nunca cesa.
Fuiste buena conmigo en mis días de entonces:
me diste cuanto soy, este veneno dulce
que me impulsa a luchar contra el mar, contra el tiempo
y contra el mismo amor de los que bien me quieren.
No es piedad, aún te busco en la noche perfecta,
deseoso, sediento de tus colores ácidos,
de tus estrellas frías, de tus ramas y ríos
helados tras los cielos del más hermoso invierno.
Te lo digo dolido y con los ojos húmedos,
aunque la mente esté segura, serenada:
no te pude tener más cerca, pues mis labios
llegaron a rozar tus nieves, tu horizonte.
No es piedad, créeme; sólo sé que una tarde
avanzada, profunda, descendí de aquel monte
puro y purificado como un fuego de junio.
Creí volver a ti definitivamente
y me encontré el camino cegado por el bosque.

Antonio Colinas