lunes, 20 de septiembre de 2010

La noche esposa a Miguel Hernández a la garganta de Serrat

No sabrán nunca Caro y Pablo cuánto les agradeceré -agradeceremos- la invitación para revivir a Miguel Hernández. Revivir, digo, porque eso es lo que Serrat hace con el de Orihuela en este nuevo proyecto -es mucho más que un disco o una gira- llamado "Hijo de la luz y de la sombra". Sombra que, como la claridad de Claudio, siempre viene -también- del cielo. Y del cielo cae uno cuando termina de escuchar a Serrat y baja a la tierra de papel y busca, una vez más, los poemas de Miguel Hernández y se estremece y se duele y se marchita y se empequeñece ante la dimensión gigante y sobrenatural del poeta muerto.

Vuelvo ávido de imágenes y palabras siempre nuevas a sus versos y contemplo: "eres la noche, esposa: la noche en su instante / mayor de su potencia lunar y femenina... Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje / su avaricioso anhelo de imán y poderío... La sombra pide, exige seres que se entrelacen, / besos que la constelen de relámpagos largos, / bocas embravecidas, batidas, que atenacen, / arrullos que hagan música de sus mudos letargos...."

Y me voy haciendo sombra y después nada. Nada ante la significancia de tanto hombre, de tanto verso, de tanta belleza. La muerte, a veces, debería respetar al arte y hacer inmortal la carne de algunos poetas, para poder seguir mordiéndoles los versos y libándoles las palabras, como un enjambre de abejas laboriosos filtradas por tus poros.


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