miércoles, 1 de septiembre de 2010

A C - y no hablo de hoteles -

Seguro que más de uno pensará que he estado de vacaciones casi... ¡tres meses! ¡Qué vergüenza! Pero, no. Se equivoca. Simplemente he estado vago. Unos días por otros: el trabajo, los viajes, el nada que contar. Eso es lo peor de todo: el nada que contar, ni cantar. Por eso, hoy me he dicho: de aquí no pasas; o te pones a escribir algo en el blog, o...

En fin, que aunque sin mucho que decir, aquí está uno de nuevo, obligándose, para desempolvar algún viejo poema. Tengo pendiente dedicarle una entrada a Alejandro Alonso, un poeta desconocido; tan desconocido como poeta. Será la próxima entrada, sin duda. Espero que les guste. Poesía clásica, pero de un nivel excepcional.

Por el momento voy a... volver a otro clásico, a un clásico vivo, probablemente al mejor poeta vivo que conozco y leo, que conozco porque leo. De su obra Astrolabio 1975-1979 rescato:

El camino cegado por el bosque

Créeme, no es piedad lo que siento por ti,
ahora que estoy lejos, sino un recuerdo herido.
Por ti y por el camino cegado por el bosque
que no pude seguir aquella noche joven,
perfumada y abierta como el cuerpo de un pino.
No es piedad, sino una sensación de fracaso,
de suave y entrañable dolor que nunca cesa.
Fuiste buena conmigo en mis días de entonces:
me diste cuanto soy, este veneno dulce
que me impulsa a luchar contra el mar, contra el tiempo
y contra el mismo amor de los que bien me quieren.
No es piedad, aún te busco en la noche perfecta,
deseoso, sediento de tus colores ácidos,
de tus estrellas frías, de tus ramas y ríos
helados tras los cielos del más hermoso invierno.
Te lo digo dolido y con los ojos húmedos,
aunque la mente esté segura, serenada:
no te pude tener más cerca, pues mis labios
llegaron a rozar tus nieves, tu horizonte.
No es piedad, créeme; sólo sé que una tarde
avanzada, profunda, descendí de aquel monte
puro y purificado como un fuego de junio.
Creí volver a ti definitivamente
y me encontré el camino cegado por el bosque.

Antonio Colinas

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