Comienza el baile de la poesía. Nadie sabe hacia dónde vamos y prueba de ello es que editores, poetas y críticos ofrecen un panorama tan ecléctico como insondable. Hay quien, como Visor, apuesta por los caballos que se entrenan en sus propias cuadras y pistas; hay quien, como Robayna, denuncia el cambalache en el que se ha convertido el putimundo de la poesía moderna: con sus premios por convenio, sus premiados "ilegidos" y su "póngame cuarto y mitad del Loewe, media rueda de tren y un manojo de Melillas".
La poesía siempre fue un acto de fe, un creer en la indigencia como modo de vida asegurado y futuro. Hoy eso ha cambiado. Los poetas escanden versos sobre el suelo como si fueran banqueros de un cuadro de Quentin Metsys. Sopesan el tintineo metálico de cada palabra y el beneficio neto de sus estrofas. Y eso es lo que le vamos a legar a nuestros descendientes: una poesía bursátil y un compendio de libros de economía, en verso.
jueves, 18 de junio de 2009
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