lunes, 16 de febrero de 2009

El hábito

Cuando ya casi creía haber perdido completamente el hábito de la lectura, voy y me topo con él: estaba colgado en la sacristía de mis notas interiores. Llevaba mucho tiempo sin leer con la asiduidad propia de aquel a quien le gusta la lectura. Tras aquel tiempo en el que los libros y su uso se convirtieron en una obligación, casi llegué a aborrecerlos. No hay como imponer para hartar; y lo mío con la lectura, durante cuatro, los cuatro que duró aquel programa de televisión, desembocó en hartazgo. Pero, al parecer, estoy recuperándome. Ayer prendí la chimenea -sobre todo por ahorrar algo en la factura del gas- y me puse a leer. El qué es lo de menos; lo de más es el cómo. Cuando ya me había olvidado de quien fui algún día, voy y me topo con mi sombra descansando sobre las páginas de un libro. ¡Evohé, evohé!

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