martes, 11 de mayo de 2010

Insatisfaction

Como una canción matizada de los Rolling, soy un hombre diariamente insatisfecho. Sólo hay dos o tres cosas que me llenan, y tienen nombre propio. Muchas veces, cuando creo haber dado con el ancla que me clavará a una ilusión, con el muerto al que amarrar el barco de las horas y las ocupaciones, sé que me estoy equivocando; una vez más. Va ya para muchos años de ello y la esperanza (no) se agota. A veces, incluso, pienso que esa es realmente mi satisfacción: trasnsitar el paso del tiempo con la firme intención de ser siempre un ser insatisfecho. Segura sentencia, sereno silencio.

Entiendo algo a Juan Ramón cuando tachaba y releía y reescribía y retachaba y rompía y retomaba rabos y cabos de poemas para saber que nunca acababan de llenarle. Esa insatisfacción constante en la poesía juanramoniana se parece mucho a la prosa de mis días.

De Juan Ramón

¿Cómo era, Dios mío, cómo era?

¿Cómo era, Dios mío, cómo era?
-¡Oh corazón falaz, mente indecisa!-
¿Era como el pasaje de la brisa?
¿Como la huida de la primavera?

Tan leve, tan voluble, tan ligera
cual estival vilano... ¡Sí! Imprecisa
como sonrisa que se pierde en risa...
¡Vana en el aire, igual que una bandera!

¡Bandera, sonreír, vilano, alada
primavera de junio, brisa pura...!
¡Qué loco fue tu carnaval, qué triste!

Todo tu cambiar trocóse en nada
-¡memoria, ciega abeja de amargura!-
¡No sé cómo eras, yo que sé qué fuiste!

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