martes, 15 de mayo de 2012

Prostitución de la escritura

Abandoné el blog como se abandonan tantas cosas. No es preocupante; sólo una cuestión de carácter. De vuelta a casa me encuentro con que la última entrada ha generado bastante comentario... y yo sin contestar. Perdón por la descortesía ante todo. No piensen que me ahogué en el Rubicón; más bien me ahogué en la corriente del día a día, en los remolinos de la costumbre, en los remansos de la agitación cotidiana y del trajín constante. Pero he vuelto. No sé si con vocación de estancia o, como la suerte, para desaparecer en cualquier momento sin previo aviso. No voy a compromerterme a nada. Mejor dejarlo estar y ver qué pasa.

Con respecto a la última entrada en torno a lo que vale nuestra palabra escrita, he leído con atención todos los comentarios al respecto. Sin desmerecer ninguno, me quedo con éste de Antuan porque contiene lo que yo llamo "la maldición del letrado". Dice Antuan a propósito de escribir un texto en 20 minutos y lo que debería cobrarse por ello que: "no se trata del tiempo que lleve escribirlo, sino del que se invirtió para adquirir la destreza suficiente como para redactarlo correctamente en 20 minutos." Chapeau, Antuan!

Me parece que esas palabras, tan sencillamente escritas y tan bien armadas, son la calve de muchas cosas en el mundo de las letras. Pensemos. ¿Cuántas veces alguien nos ha dicho eso de: tú que sabes escribir, me harías el "favor" de redactarme una carta para...? He ahí la clave de todo. Pareciera que escribir es como un don gratuito que quiso darnos el cielo. Pareciera que un escritor no necesita entrenar a diario para hacer que su palabra llegue más alto, más lejos, más rápido. Pondré un ejemplo para ilustrar.

Imagínenese a alguien que acudiera al abogado y le dijera que, ya que sabe tanto de leyes, le haga el favor de escribirle un recurso; o alguien que visitara al mecánico y le pidera que, ya que sabe tanto de motores, que por favor le arregle el coche. O, por ir más allá, que usted fuera al médico y le espetara: "doctor, ya que usted sabe tanto de enfermedades y curas, por favor, opéreme..." y, por supuesto, todo como favor, nada de cobrar por la destreza. ¿Qué dirían entonces el abogado, el mecánico o el médico? Fácil: dirían que esos conocimientos y habilidades, aun poseyendo ciertas destrezas naturales, los han adquirido a base de esfuerzo y práctica. Es decir, exactamente igual que un escritor. Pero, entonces ¿por qué quien escribe no tiene derecho a percibir un pago justo por su trabajo, por su habilidad, por sus años de práctica?

Ésta es la clave de muchas cosas en el mundo de la escritura. Cuando algo cambie en ella y quienes escriben -escribimos- aprendamos a defender nuestra destreza, el mundo de la escritura cambiará. Quizá entonces empecemos a ser reconocidos como merecemos. Pero mientras en el mundo de la escritura siga habiendo tanta prostitución barata, será difícil que las cosas cambien. ¿O no?

Se admiten comenatrios :)

Y por acabar esta entrada con algo distinto, lleno de destreza, de magia, de encanto, de duende... pero por lo que hay pagar un buen pico si se quiere disfrutar en tiempo real, un momento único

2 comentarios:

Ernesto Laguna dijo...

Amigo: tu lapsus del final es clarificador... uno de los principales problemas de la literatura actual es que "se admite (a quienes) comen atrios". Lo del dinero ya viene siendo secundario, porque partimos de supuestos éticos contaminados; sobre semejante terreno yermo, sólo pueden crecer especies transgénicas.
¡Qué bueno que volviste!

Memento mori dijo...

Gracias, Ernesto, por tu -acertadísimo- comentario y por tus ánimos. Un Abrazo